La teta de Sabrina



Yo tenía doce años de las antiguas pesetas. (Los doce años del euro son bastante menos ingenuos e impresionables). Era 1 de Enero de 1988 estábamos en casa de mi abuela comiendo sopa de tapioca mientras en la tele repetían el programa de fin de año de la noche anterior. Había mucha expectación, todos decían que iba a pasar pero nadie se lo creía ¿de verdad éramos tan modernos?. Y si, una tal Sabrina empezó a cantar, o a intentarlo al menos. Llevaba una de esas chupas negras de cuero tan de los ochenta, vaqueros cortados a ras del culo, un corpiño blanco de lo más traidor, y una cruz reposando en el canalillo, la muy irreverente.
Balanceaba sus caderas a ritmo de cualquier cosa menos de la música, y con unos saltitos arrítmicos propició, durante unos segundos históricos, que una de sus tetas se liberara de la sutil censura y comenzara a saltar con total anarquía de movimiento. La tal Sabrina ni se inmutó, hizo un amago de dar caza a la teta con la copa del corpiño, pero ya nadie iba a frenar sus impulsos libertinos. Sus movimientos hipnotizaron a media España que, realmente, no era tan moderna. Esa teta iba a catapultar y eclipsar la carrera de Sabrina en la misma medida.
Yo estaba fascinada con lo sucedido, me invadió un sentimiento de nostalgia por la inocencia perdida, y al mismo tiempo unas ansias de cambio, aperturismo y liberación. De alguna manera se tenía que notar que ya éramos Europeos. ¡Vaya con la teta!.
A mis padres y a mis tíos les entró una ataque de risa que, minutos después, ya nada tenía que ver con lo sucedido. Mi primo Juan de catorce años vitoreaba a la que iba a ser, de ahora en adelante, protagonista de sus pósters, carpetas, y sueños más húmedos. A mi abuelo le brillaban los ojos sobremanera y nos miraba a todos con incredulidad. Animado por las risas y los vítores, no se le ocurrió otra cosa que empezar a aplaudir, y fue en ese momento cuando mi abuela se abalanzó sobre la tele y la apagó murmurando: 
-¡La Virgen!, las cosas ya no son lo que eran...-
Y nunca más lo fueron abuela, y nunca más lo fueron…

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