Yo escribo sobre muchas cosas, ¿por qué no escribir una carta de despedida?. No me voy a ir a ningún lado y ojalá esté aquí por muchos años, los suficientes, ni más ni menos. Que la Parca mire para otro lado que ahora mismo estoy en un proyecto que me interesa acabar, luego ya negociaremos...
Me ha dado por ahí, por imaginar mi funeral, algo que le pasa a todo el mundo de vez en cuando. Supongo...
No tengo claro si quiero algo laico o religioso y no me tomo este asunto en absoluto a la ligera, soy confusa, sigo confusa y confusa me moriré. Así que mejor imaginarme una ceremonia mixta; mi maestro de ceremonia debiera ser, o bien un amigo versado en filosofía y planteamientos metafísicos, o bien, y en ausencia del primero, un religiosos que por definición se ha planteado varias veces asuntos que van más allá de la vida. No quiero a alguien que por el sólo hecho dominar el arte de la retórica, se dirija a los que tanto quiero pretendiendo saber lo que están sintiendo. Debiera ser alguien que sienta la vida que yo acabo de perder, que haya estado en contacto con la desazón humana.
¡Hala!, ¡qué júbilo, qué gozo!, me dispongo a escribir mi última carta (la entonación es vital, algo solemne sin caer en dramatismos):
Me voy de aquí dejando muchas cosas inacabadas, quién sabe si hay un plan detrás de todo esto y todo lo que dejo atrás; personas que quiero, amor de ida y vuelta, cosas que nunca te dije y ya nunca te diré, facturas, pocas sin pagar, proyectos que estaban a punto de nacer, sueños en stand by, amigos a los que debo cientos de llamadas, alguna cita para comer, cientos de agradecimientos, bastantes disculpas, esos besos de tornillo que quisiera haberte dado cada noche antes de acostarnos con la idea más consciente de que estamos aquí de paso y que cada segundo cuenta...
Quién sabe si todo lo que dejamos inacabado o simplemente no hicimos es la excusa para volver un día y hacerlo. ¡Qué yuyu!, no os preocupéis, a no ser que me den una alternativa más creativa que la de volver en forma de fantasma, lo dejaré estar.
He vivido una vida plena al 100%, y lo que no he hecho en el plano real, lo he hecho en mi cabeza: me he enamorado cientos de veces, he ganado un par de Oscars y eso que no pretendía ser actriz, lo cual tiene más mérito. He llegado hasta el final de mis días hecha una viejita de la mano de Oriol, recogiéndonos mutuamente las dentaduras a cada estornudo. Con mi mente y con mi cuerpo he amado a mi hijo Diego, con toda la energía que existe tanto en el mundo de los sueños como en el mundo de los vivos. Le he visto crecer y hacerse una persona buena. He bailado en Broadway, he subido montañas muy altas y luego las he bajado planeando en un ala delta.
Y ahora me veo ahí, a la derecha o a la izquierda, dependiendo de dónde hayan colocado mi caja, una caja que debiera ser muy sencilla, la que más, sin ser tampoco de conglomerado. Y me la imagino bien cerradita, sobre todo, y yo dentro, sin maquillar, no vamos a cambiar eso de repente. Aunque, ¡qué más dará!, esa de la caja ya no soy yo, ni nada tiene que ver conmigo. No es más que una torpe frontera entre mi ser más puro y mi más allá…
En la sala hay gente, poca o mucha, tanto da , pero es “la gente”, la de verdad, la que resume mi vida. Y ahora sé qué es lo más importante, por lo que tenemos que trabajar día y noche, por lo que tenemos que derrochar toda nuestra energía y echar el resto. Quiero pensar que he demostrado mi amor y admiración a la gente que aquí se encuentra, y en eso se reduce todo: si he conseguido que me quieran y se sientan queridos por mi, he cumplido la misión más importante de mi vida. Por encima de éxitos y fracasos de cualquier tipo, sólo eso tiene real trascendencia ahora que ya no soy más que un recuerdo, que si vive, vivirá en el corazón de otro.
Fuera de estas paredes la vida sigue, y poco importa que yo ya no esté aquí, la gente sigue pitando estresada dentro de sus coches, soltando improperios a través de la ventana, dejando para mañana lo que deberían hacer hoy, llorando porque ha perdido su equipo de futbol, batallando por los colores de una bandera, peleándose con jefes o clientes, mientras que siempre hay una vida por vivir… Y yo que desde aquí lo veo todo tan claro….
Y ahora, todos en silencio podríamos escuchar la canción de Gary Jules “Whiskey for everybody” o “Perfect day” de Lou Reed, o “Society” de Eddie Vedder…, ¡uf!, dificilísima elección…
RIP