No hay ancianos para mi

No hay ancianos para mi. Hace unos meses fui al Centro Cívico de mi barrio, está ubicado en un parque precioso donde suelo llevar a Diego por las mañanas a estudiar las piedras mientras yo divido mi atención entre el libro de turno y él. Normalmente, Diego acaba harto de las piedras y de mi autismo y comienzan a escalar desde mis rodilla hasta mis hombros con sus manotas regordetas, porque sentada, la distancia entre estos dos puntos es inferior. Entonces yo me pongo a cuatro patas y comienzo a trastear junto a él, y la mañana se vuelve perfecta. Pero no quería hablar de eso, quería hablar de que por lo visto no hay ancianos para mi.
Las actividades del Centro Cívico son variadas, casi todas lúdicas, aunque existen un par de entidades destinadas a gestionar voluntariados para ayudar a la gente grande, es decir, a los viejitos. También para niños, personas con riesgo de exclusión social, drogodependientes, etc. Yo opté por inscribirme en el plan de los viejitos. Hace años que ando muy sensibilizada con los “yos” del futuro. Da la sensación de que no somos conscientes de que todos, sin excepción alguna, seremos viejitos. Y aún así, siguen siendo una parte de la sociedad muy olvidada y en la mayoría de los casos muy, muy sola y sin recursos para cambiar su situación. Es triste luchar toda tu vida empujando a unos niños, a una pareja, a un trabajo, a un Estado, y ver que un día, esos niños, esa pareja, ese trabajo y ese Estado se olviden de ti, o desaparecen como si nunca hubieran existido. Sería como empujar un pesado carro que por arte de magia desaparece y la inercia unida a la gravedad hace que te caigas de bruces. Y sólo queda comerse el polvo y cobrar una pensión irrisoria, y recibir un porcentaje de amor muy bajo, y vivir con el riesgo de que unos adolescentes mal nacidos se rían de tus dificultades para andar. Y yo me quedo bizca y pienso qué sentido tiene nada, y cómo somos tan bobos que no nos identificamos ante tales desgracias, ¿de verdad no caemos en que seremos nosotros algún día esa inestable figura?, o ¿es tan devastadora la verdad que preferimos no pensar en ella?.
El caso es que con Diego en ristre me asomé al despacho del voluntariado. Ahí me recibió una mujer muy dulce que me trató fenomenal y me dio todo tipo de información sobre la cantidad de actividades que abarcaban. Yo le corté amablemente, explicando que tenía muy clara mi elección respecto al voluntariado, que el mismo tiempo que destinaba a jugar con Diego en el parque todas las mañanas en este largo periodo de baja, podíamos (Diego y yo) compartirlo con un o una persona mayor. Disfrutando mutuamente de la compañía. Pues estupendo, dijo ella, hay mucha “demanda” de gente mayor ahora mismo. Lo de “demanda” me sonó raro, pero sonreí. Le di todos mi datos y ella me dijo que me llamaría en cuanto me “asignaran”, palabra extraña también, una persona mayor. Pues han pasado meses y no me han llamado. He dejado algún recado para que se acuerden de mi “oferta” pero tristemente, parece que no hay ningún viejito para mi, y eso que no lo he pedido de ninguna nacionalidad concreta, ni de una religión en particular. Pero, en fin, quizás, y eso sería una suerte, hay más oferta que demanda, o quizás, en mi ficha ponga en letras grandes “no apta” y yo no lo sepa. También puede ser que ya no existan viejitos solos y desamparados en el mundo, en cuyo caso, me alegro.

5 comentarios:

  1. La última opción no parece demasiado probable, María. El mundo, lamentablemente, está lleno de viejitos desamparados y solos, pero en vez de hacerles compañía, los encerramos en geriátricos y residencias (que ya parecen almacenes o oficinas de objetos perdidos) y así, como estan escondidos, no nos enturbian la conciencia.

    Saludos lelos!!!

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  2. Muy bello lo que escribiste.
    Casi nunca se piensa en los ancianos,la verdad.
    Todos deberiamos llegar a viejos como Bob Dylan! haciendo lo que nos gusta,con salud y lucidez.

    Saludos desde Buenos Aires.

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  3. Desde luego es una historia rarisima... Si descubres la razón de tu exclusión tienes que contarme.Y desde luego si llegas a entender a esta sociedad egoista e inconsciente capaz de olvidar a aquellos que fueron sus padres y abuelos también tendrás que explicarmelo!

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  4. Extrañado, y encantado me quedo. Lo primero porque no haya nadie para ti (¿?) Lo segundo por comprobar que existe gente buena y solidaria como tú, y que además cuenta las cosas tan sencilla y maravillosamente
    Un beso encantado María

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  5. Lindo gesto, María. Hace poco tuve una experiencia sobre la cual escribí en mi blog acerca de este tema. Ciertamente, es una pena que vivamos de prisa, y no vivamos de veras...
    Un abrazot. Te estaré visitando.

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